antonio banderas daniela creamer cannes 2019 dolorygloriaPor Daniela Creamer y Daniela Dassum

Antonio Banderas es probablemente el actor español que más veces y con más directores y colegas famosos ha subido las escaleras del Palacio de los Festivales de Cannes. Esta vez lo ha hecho con dos “cómplices” de primer nivel, Pedro Almodóvar y Penélope Cruz. Los tres son piezas claves en 'Dolor y Gloria', la última cinta del manchego y única en nuestro idioma de la competencia por la Palma de Oro. Diez minutos de aplausos y ovaciones rubricaron la buena acogida de la nueva película del protagonista de 'Desperado', quien dialogó en exclusiva en el certamen de la Costa Azul con Hablandodecine.com

Ha repetido en varias ocasiones que tiene la necesidad de encontrar a Antonio Banderas… ¿No se siente como tal?

Estaba refiriéndome al actor. Es algo que tiene que ver con creación. En realidad, este personaje (Salvador Mallo) es el resultado de algo que ni Banderas ni Almodóvar sospechábamos existiría hace nueve años. Cuando regresé a trabajar con Pedro hace 22, vine cargado con una mochila llena de experiencias y conocimientos que adquirí en Hollywood, de las cuales pensé que Pedro estaría orgulloso. Había trabajado mucho enfrente de las cámaras americanas, en mi voz, en mi cuerpo. Y Pedro me decía “no, no, no… no estoy interesado en ninguna de estas técnicas que podían serte muy útiles y te hacían sentir muy seguro, pero que son bullshit. ¿Dónde estás? ¿Dónde está Antonio?, porque necesitamos escarbar para encontrar al verdadero Antonio, más fresco y renovado. No me gusta trabajar con los trucos que has aprendido de los otros directores”. Para mí esto fue sorprendente, el reingreso a la atmósfera del planeta Almodóvar. Y entonces lo confronté. Me dije ¿de qué está hablando, si he sido todo un profesional trabajando por tantos años? Al final hicimos la película. Me entregué completamente a sus ideas, convirtiéndome en su instrumento, sabiendo que quería representarse en profundidad. Y fue liberador, porque somos muy buenos amigos desde hace mucho.

¿Lo sentió como una especie de psicoanalista hablándole?

Bueno, los directores hablan con los actores y les dicen cosas como estas.Pero lo sorprendente fue que cuando vi la película en el festival de cine de Toronto, no podía creer que Pedro hubiese tenido esa capacidad de sacar de mí a un personaje que no tenía ni idea que tuviese dentro. Eso me llevó a una reflexión sobre la humildad.

¿Sintió algún tipo de responsabilidad o presión por parte de Pedro? Porque mi primera impresión cuando vi la película fue el paralelismo de Dolor y gloria con Ocho y medio, el caso de Marcello Mastroianni y Federico Fellini. ¿Fue esta una fuente de inspiración?

Bueno en realidad no para mí, porque de hecho ya había hecho eso en Broadway, en el musical Nine, donde interprete a Marcello (Mastroianni). Para mí fue más una incógnita sobre como llegar esta vez, trabajando junto a Pedro, a crear este personaje. Entonces comencé desde cero para crear algo nuevo y no usar nada de lo anterior como base y, créeme, ese es un lugar muy doloroso en el cual estar. Te ves obligado a saltar de un precipicio y no sabes si al final encontraras rocas o agua, pero ese es precisamente el verdadero momento de la creación. Si trabajas en arte y te sientes muy cómodo, puedes producir algo que sea muy bonito y comercial; pero eso no es arte, es otra cosa. Para hacer arte tienes que sentir que estás creando algo absolutamente nuevo. Yo venía de interpretar a Picasso en la serieGenius, lo que fue perfecto en tiempo, pues aprendí mucho sobre él. Picasso exploraba nuevas cosas siempre y al terminarlas decía: “siguiente”; continuamente explorando y experimentando, hasta su muerte. Entonces venia de 7 meses de interpretar este personaje y pensé: “Dios mío, Dolor y Gloriaes la herramienta perfecta para practicar todo lo que he estado expresando con mi personaje. Por eso, desde muy temprano en el proceso, Pedro y yo nos encontramos en la misma página, en la misma sintonía.

Fue muy generoso con su papel. No le puso límites a lo que Pedro le pedía, se entregó completamente a él. ¿Habló mucho con él sobre aquellos asuntos delicados sobre su vida, como la homosexualidad, que allí están plasmados para impregnarlos en su personaje?

No. No le puse ninguna limitación en absoluto a Pedro. En nuestra primera conversación, antes de que me enviara el guion, me dijo que me mandaría algo que había escrito y que estaba repleto de referencias suyas que yo ya conocía. Muchos de los personajes representados en la película son personas que yo conocía. Particularmente Salvador, no es solo un personaje que llevamos a cabo. Es un ‘Frankenstein’ hecho de una combinación de varios actores. Incluso puedo apreciar en él algunas expresiones que son mías (Risas). Por lo cual, es ficticio, pero para mí es más real que solo ficción. La película en sí está llena de cosas que Pedro Almodóvar quiso decir, pero nunca dijo sobre sí mismo.

antonio banderas daniela creamer cannes 2019¿Y nunca estuvo preocupado cuando cayó en cuenta de que este proyecto se volvería muy personal de alguna forma?
Cada película que Almodóvar ha hecho ha sido muy personal, pero esta es absolutamente la que más. Fue muy claro: el no escondió nada, especialmente cuando llegué al set el primer día, luego de ensayar mi papel, fuimos a hacer la prueba de cámara. Él se arreglaba el pelo de un modo tal y me enseñaba los colores que estaba usando. Yo veía el set y era una réplica exacta de su casa, por lo que me di cuenta que el no quería esconder nada, pero de todas maneras quería tomar cierta distancia. Es por eso que el personaje, que es su alter ego, se llama Salvador Mallo.

¿Aún recuerda la primera vez que conoció a Pedro, durante los años de la Movida?

Esos años curiosamente se muestran al principio de la película. Yo estaba en Madrid, en una cafetería llamada “Café Jijón”, el cual es un lugar para tertulias afuera del teatro nacional, donde trabajaba en aquel tiempo. Estaba con unos amigos actores y se nos acercó un tipo con un maletín y se sentó. No recuerdo lo que dijo, pero era muy gracioso, muy ingenioso, un tipo muy rápido. Repentinamente se paró, me miro y me dijo: “Tienes una cara muy romántica y deberías hacer películas.” Entonces se fue, y pregunté quién era. Me respondieron enseguida: “Su nombre es Pedro Almodóvar. Hizo una película, pero nunca más volverá a hacer otra.” (Risas). Un mes después, vino al teatro con Cecilia Roth, y alguien se acercó a decirme antes de la actuación: “Ese director joven, Pedro Almodóvar, está en la audiencia”. Después de la obra, vino al camerino y me preguntó: “¿Ya has hecho alguna película?”. Dije: “No”. “Entonces, quieres hacer una?”, “Seguro”. (Risas) Solo me dejó el guion y me dijo: Si te gusta, estás adentro. Al día siguiente lo llamé y acordamos. Así se hizo “Laberinto de Pasiones”.

En Dolor y gloria, su personaje exclama: “sin el cine, mi vida no tiene sentido”. ¿Qué tanto se relaciona con esa declaración?

Cada día más y más. Hay un momento en la vida… cuando llegues a mi edad vas a entender (risas), en el que solo hay espacio para la verdad y te das cuenta de que casi todas las cosas que están ahí, son inútiles, especialmente si tuviste un ataque al corazón y ves la cara de la muerte muy de cerca, y piensas: “Dios mío, ¿esto es todo?”. Me acuerdo de haber tenido el ataque al corazón hace un par de anos y de haber pensado: “¿en serio? ¿voy a terminar así?”. Y si sales de eso, dices “No, no, en serio tengo que distanciarme del aburrimiento.” Y al final, la vida se reduce a las cosas más importantes para ti. En mi caso, mi hija, mis amigos y mi profesión, lo que me encanta hacer, que es actuar y contar historias. Todo el resto, el carro que iba a comprar, las cosas que no necesitabas en realidad, puff… solo se van por la ventana (risas).

¿Necesita un ataque al corazón para aprender esto y valorar la vida?

Supongo que no todo el mundo. Hay personas que son mucho, mucho más inteligentes que yo. (Risas).

¿Recuerda la primera vez que se enamoró del cine, cuando era niño?

No, no recuerdo. Del teatro sí. Mi padre y mi madre eran muy aficionados y para mí pasó a ser algo muy especial, ¿sabes? Es como una mujer maravillosa que me amó y solo la dejé atrás, incomprensiblemente. Me encantaba aquel ritual, cuando era un niño pequeño, de ir a un lugar donde un grupo de personas le contaba una historia a otro grupo de personas. Me pareció que esto era un acto de civilización y era hermoso para mí. Nunca me imaginé sentirme conmovido por tantos actores, porque a esa edad continuaban actuando como si fueran niños, y te hacían creer algo. En algún punto, muy joven, me comencé a sentir muy cómodo en el teatro, y no sabía por qué. La razón es que quería estar ahí, no aquí.

¿Cree que Salvador es el mejor personaje que Pedro le ha regalado?

No sé si es el mejor, pero vino en el momento preciso, en el tiempo perfecto en mi vida.

La película habla de adicciones, pero también de reconciliación y reencuentros.


¿Cuál es su adicción favorita?, ¿siente que se ha reconciliado consigo mismo?

No puedo hablar sobre mi adicción porque ahorita sería como un castigo. (Risas).

¿Ya no es el Real Madrid?

No… es mejor que el Real Madrid (Risas). Pero has mencionado una palabra clave que es la reconciliación. Creo que ese sentimiento funciona justamente como un medio para llegar a los corazones de sus espectadores, pues todos pasamos por eso, pasamos por muchos ciclos que nunca completamos en la vida. La película se enfoca en el cierre de ciclos: el de la madre, cerrado; el del novio, cerrado; con los actores, cerrado. Eso es muy importante.

Es algo tan personal, pero se vuelve tan universal. De hecho en la película es un tema muy interesante, porque todos llevamos esas mochilas muy cargadas de dolores y gloria. Incluso si esta no es la misma historia que la tuya, por supuesto; pero de seguro todos se conectan al menos con algunas de las cosas allí representadas. ¿Cuántas personas, por ejemplo, le han querido decir a sus madres: “lo siento… por ponerte en una mala posición“.

Tienes que imaginar esto desde el punto de vista de alguien como Pedro en los sesentas, en una extrema dictadura, y en una pequeña aldea en la mitad de La Mancha, donde todos se conocían entre ellos, y repentinamente la homosexualidad comienza a interpretar un papel fundamental, que castiga a la familia siendo su padre un campesino. ¿Cómo manejas eso? Definitivamente no fue fácil en aquel preciso momento de la historia. Imagina esa cantidad de personas que se identifican con eso, que se relacionan a la idea de ser diferentes de cara a una sociedad que ha castigado esos comportamientos por muchos años. De hecho, hay muchos países en el mundo actual que todavía siguen castigando aquel “proceder” loco. Muy dramático. Por eso la gente se identifica con aquellas ideas presentadas en la película, y por supuesto que muchos se sentirán conmovidos.

¿La reconciliación de Antonio tiene que ver con conectarse ahora más con su hogar, con su dedicación a la pintura y la construcción de un teatro musical en Málaga?

En un cierto modo sí. Esto tiene que ver más con lo que mencionaba antes sobre ir tras la verdad. Amo pensar que la gente joven va a tener más oportunidades en el escenario en mi propia ciudad que yo, en el pasado. Me produce una cierta satisfacción inexplicable. Y no se trata de altruismo. Me encanta verlos en el escenario, produciendo, progresando, teniendo oportunidades. La construcción de teatros es una excelente manera de elevar plataformas para que ellos puedan brillar. Fue duro para mí.

¿Piensa volver a dirigir y producir películas?

Estoy pensando en dos películas, basadas en dos novelas del mismo autor, y estoy escribiendo ahora mismo varios proyectos. Pero, sobre todo, mis pensamientos están volcados al teatro, porque escogí la manera perfecta y más romántica de arruinarme a mí mismo (risas), comprando teatros. No tenía idea de cuán complejo es reconstruirlos. Así que si me ves en los próximos dos años haciendo algunas películas estúpidas es porque debo pagarlos (más risas)..

 

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