La 73ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián vivió este viernes una de sus jornadas más intensas con la llegada de Jennifer Lawrence. La actriz y productora, ganadora del Oscar en el 2013 por 'El lado bueno de las cosas', presentó la película Die My Love, dirigida por Lynne Ramsay, y sorprendió en la rueda de prensa al combinar reflexiones sobre el cine con un encendido alegato político y social.
Visiblemente emocionada, Lawrence comenzó agradeciendo el Premio Donostia que recibirá, convirtiéndose en la persona más joven en obtenerlo en la historia del certamen. Reconoció que el galardón la toma en una etapa de búsqueda creativa distinta: “Quería contar una historia incómoda, contradictoria, llena de sombras, porque eso también somos”, dijo sobre el filme, en el que no solo actúa sino que también produce a través de su compañía Excellent Cadaver.
Muy pronto, su intervención pasó de la emoción a la denuncia al trascender de lo cinematográfico. Con voz firme, Lawrence advirtió que “nuestra libertad de expresión está siendo atacada”, y que esa amenaza pone en riesgo al arte mismo. Para ella, los festivales de cine son espacios donde “el uso de la voz de forma artística nos permite que incluso en un festival como este podamos conectarnos y ser empáticos y libres”.
La actriz, de 35 años, no dudó en referirse también a la actualidad internacional. Sobre la situación en Gaza, fue tajante: “Lo que está sucediendo es nada menos que un genocidio, y es inaceptable. Estoy aterrorizada por mis hijos, por todos nuestros hijos”. Añadió con visible angustia: “Ojalá hubiera algo que pudiera decir, algo que pudiera hacer para solucionar esta situación extremadamente compleja y vergonzosa que me rompe el corazón”.
También criticó duramente el clima político en su país. “Lo que me entristece es esta falta de respeto y el discurso de la política estadounidense”, afirmó. Y advirtió que, para los jóvenes votantes, “va a ser totalmente normal que la política no tenga integridad, que los políticos mientan”.
Una historia áspera y visceral, asi podemos describir Die My Love,
la película que la trajo a San Sebastián es la adaptación de la novela Mátate, amor de la escritora argentina Ariana Harwicz. En ella, Lawrence interpreta a Grace, una joven madre que se muda con su pareja y su bebé a una casa heredada en el campo. Allí, atrapada en un entorno de aislamiento, su fragilidad inicial da paso a un despertar salvaje y visceral, en una exploración sobre la maternidad, la identidad y la lucha interna entre los roles impuestos y los instintos más profundos.
La dirección de Ramsay imprime al relato un tono áspero y emocionalmente devastador, acompañado por un reparto de primera línea con Robert Pattinson, LaKeith Stanfield, Nick Nolte y Sissy Spacek.
Entre flashes y aplausos, Lawrence dejó claro que no vino solo a promocionar una película, sino a usar el escenario de un festival de prestigio como altavoz de sus preocupaciones más íntimas y políticas. Esta noche, cuando reciba el Premio Donostia, no será únicamente la estrella más joven en conseguirlo: también será la voz que recordó que el cine puede ser espejo, denuncia y refugio en tiempos convulsos. Dejando claro que es un Donostia con voz propia.
De esta manera, San Sebastián volvió a brillar posteriormente con una de sus noches más esperadas: la entrega del segundo Premio Donostia a esta reconocida actriz estadounidense, quien confesó anticipadamente sentirse “verdaderamente afortunada y fascinada” con el galardón.
“Cuando me paro a pensar en artistas que recibieron este honor antes que yo, como la incomparable Meryl Streep, el legendario Pedro Almodóvar y la icónica Lauren Bacall, me siento verdaderamente afortunada y fascinada”, dijo emocionada desde el escenario del Kursaal, donde el cineasta J.A. Bayona, presidente del jurado, fue el encargado de entregarle la estatuilla.
Lawrence destacó la importancia del cine como espacio de encuentro y reflexión. Para ella, las historias que se cuentan en la gran pantalla permiten “aprender sobre los demás, reunirnos en una experiencia emocional compartida y, a veces, darnos cuenta en el momento más indicado de que todos estamos más conectados de lo que podría parecer”. También agradeció al Festival por ofrecerle “un honor tan singular” y por ser un espacio “donde la gente ama de corazón el cine, el arte de contar historias y el alma de las películas”.
Tras la entrega, el público pudo ver la proyección especial de Die My Love, de Lynne Ramsay, un proyecto independiente que Lawrence interpretó y del que habló con especial cariño.
Bayona, antes de darle el premio, recordó con humor que Donald Sutherland había bromeado en su momento diciendo que la actriz debía llamarse “Jennifer Lawrence Olivier” porque su talento estaba a la altura del legendario actor británico. “Como Olivier, Jennifer Lawrence fluye con naturalidad: sutil, precisa, carismática. Puede ser lo que quiera porque cualquier cosa que haga la llena de verdad”, aseguró.
El director español también subrayó que, más allá de su enorme talento, la actriz es un imán para el público. “Con tan solo 35 años, es una de las mayores estrellas de las últimas décadas. Tiene todos los premios del mundo, el Oscar, el BAFTA, un Independent Spirit, dos SAG, tres Globos de Oro…— pero le faltaba el Donostia y, sobre todo, el aplauso del público de San Sebastián”.
De esta manera Jennifer Lawrence, concluyó su paso por El Festival de Cine de San Sebastián, quien la esperó con ansias y celebró a lo grande.