Por Daniela Creamer.
Fuego. Es quizá el término más apropiado para describir a Juliette Binoche: como una estrella incandescente que se eleva siempre más, aceleradamente hacia el profundo firmamento, dejando a su paso una estela inmortal, aunque un poco escurridiza. Y es precisamente con Fuego (su tercera película bajo las órdenes de la directora Claire Denis) que la celebridad actual del cine francés nos deslumbra en este aniversario 70 del Festival de San Sebastián.
En efecto, a sus 58 años, versátil y entrañable, la actriz ha sido galardonada con el Premio Donostia a su carrera, más allá de conmemorar esta edición, con su rostro icónico, ya de por sí de tez pálida y de rasgos delicados, en blanco y negro, como póster oficial del evento.
Binoche nos ha impresionado continuamente con su talento, que va del thriller a la comedia, entre lágrimas y sonrisas, entre seducción, devoción, rebeldía y aparente docilidad. Ha sido ganadora de un premio Óscar por su trabajo en El paciente inglés y merecedora de varias nominaciones y galardones prestigiosos como el César, un Bafta y las estatuillas de interpretación femenina en los célebres festivales de cine, como Cannes, Venecia y Berlín, del cual también fue presidenta del jurado en su edición 69. Definitivamente, después de más de cuatro decena de películas notables realizadas en diversos escenarios del mundo, y tras varias publicaciones como escritora, ha logrado volverse entrañable.
En medio de un encuentro masivo con la prensa, ella describió cómo fue su proceso desafiante el trabajar con Jean Luc Godard, el director francés, padre de la Nouvelle Vague, recientemente fallecido, cuyo recuerdo prevalece en el evento donostiarra. Binoche se refirió especialmente al proceso de audición en su única colaboración, en 1985, para Haily Mary: “Se alargó por mucho tiempo. Y en el último ensayo, tenía que estar desnuda, peinándome y recitando un poema que me aprendí de memoria”. “Él no me eligió para aquel papel, pero sí creó un nuevo papel para mí”, añadió.
Con Godard, “fue como una ducha fría”, afirmó. “Era una especie de eterno conflicto, como si estuviese buscando algo que no podía encontrar. Pasaron más de cinco meses… no fue una relación fácil, pero me sentí feliz”, aseveró. “Uno de los motivos más incómodos era que él no permitía que los actores usáramos maquillajes, por lo que a menudo me sentía descubierta. Me ruborizaba siempre frente a las cámaras y era difícil ocultar la incomodidad. Era una eterna angustia”, aseguró.
Binoche aprovechó la ocasión para resaltar su gusto particular por explorar papeles incómodos. Con total honestidad declaró: “No sé si tengo mucha suerte o es mi modo de relacionarme con directoras como Claire Denis (quien se unió a la actriz en medio de la rueda de prensa). Pero sé que hay actrices que están padeciendo por tener que aceptar películas más catalogadas, en las cuales deben interpretar papeles de esposas, muchas veces sometidas”.