Por Daniela Creamer.
“La libertad de expresión es un derecho duramente conquistado a través de la historia por millares de seres humanos. Derecho que debemos conservar. Pues eso, que no caiga en el olvido que seremos (evocaba siempre a Jorge Luis Borges)”. Eran las palabras constantes del doctor Héctor Abad, médico colombiano y gran defensor de los derechos humanos, asesinado en Medellín en 1987, padre del escritor Héctor Abad Faciolince. Fue un hombre que se empeñó siempre en salvar vidas y perdió la suya en manos de los paramilitares colombianos. A él va dedicado este homenaje tan merecido y emotivo que le brinda su hijo.
Hablamos en exclusiva en Madrid con su autor Héctor Abad Faciolince, en el marco de los recientes Premios Platino. La película colombiana El olvido que seremos, talentosamente dirigida por el renombrado español Fernando Trueba, gracias a la conmovedora y hábil adaptación al cine de David Trueba y al acertado protagonismo de Javier Cámara, fue la gran triunfadora de esta VIII edición.
P: Definitivamente la novela cala profundo en nuestros corazones. Además de ser un homenaje a este gran hombre que fue su padre, ¿es también un alegato a favor de la reconciliación y la justicia?
R: Bueno, no es un libro rencoroso, no es un libro resentido. Es un libro que quiere contar las cosas como son, que quiere ser verdadero y a mí me parece que la verdad es siempre el primer paso para esa palabra que usas, “reconciliación”. Mi intención no era esa, era mucho más sublime. Mi intención original consistía en que mis hijos conocieran al abuelo que no pudieron disfrutar, que supieran su historia y que entendieran los traumas familiares, que entendieran porque ciertas cosas nos dolían tanto, porque ciertas actitudes nos ofendían tanto. Como mi papá fue profesor y creo que en el libro eso se nota, era como mostrarles a mis hijos como era esa convivencia con un profesor y con un padre mejor que el padre que tenían.
P: ‘El olvido que seremos’ ha sacudido muchas conciencias… ¿Por qué se demoró tanto, más de 20 años en escribirlo?
R: Porque empezaba y me conmovía mucho. Me entristecía mucho y me deprimía, entonces no era capaz. Eso me hacía mucho daño y lo que menos quería era que mis hijos crecieran en un ambiente de tristeza. Entonces durante muchos años yo prefería no hablar de eso, ese no era un tema para mí. Prefería no escribir de eso, escribía otro tipo de libro, quería escribir libros que hicieran reír, que no que provocaran llanto. Pero al mismo tiempo, ya cuando me fuí poniendo canoso y cuando noté que uno no es inmortal y cuando me di cuenta de que ciertas cosas estaban en mi memoria y en la memoria de mis hermanas, mi mamá y de algunos amigos o alumnos de mi padre, dije bueno antes de que todo esto se pierda, y se desconfiguren todas estas memorias, tengo que contar esta historia que solo yo puedo contar. Por eso me demoré tanto y por eso también finalmente emprendí este proyecto.
P: ¿Fue una especie de terapia liberadora?
R: Tampoco lo hice como terapia, lo hice porque en ese momento era capaz y antes no. Antes lo había intentado con la ficción, cambiando los nombres, cambiando las circunstancias, y siempre me parecía que la vida de mi papa era más bonita como había sido, que cambiándole cualquier cosa. Me di cuenta de que era mejor contarla como era, porque el de alguna manera había intentado construir su vida, había intentado hacer de ella una obra de arte. Entonces contarla así era más cercano al interés artístico que tiene la literatura.
P: ¿Por qué escogió para la dirección a un cineasta español y no a alguien local, más aun siendo una producción 100% colombiana?
R: Fue un acercamiento muy intuitivo. Había conocido a Trueba en un par de festivales y me había encantado el como persona, como hablaba como decía las cosas, como trataba a la gente. Yo no era un gran conocedor de su cinematografía. Había visto tres películas de él que me gustaron mucho, pero nunca he sido un gran cinéfilo. Fue una cosa intuitiva y al principio el no veía por donde hacer la película. Pero le insistieron los productores, y yo mismo. Afortunadamente aceptó. Y todo lo que hizo con esta historia en esta película, me confirmó que mi pálpito inicial había sido muy bueno y de la persona que me había caído sencillamente muy bien durante el rodaje, al final se convirtió en un gran amigo mío.
P: De la literatura al cine. ¿Cómo fue el trabajo de adaptación de la novela al guion cinematográfico? Creo que David Trueba ha hecho un gran trabajo….
R: Si, creo que era buena idea tener a un español para contar esta historia tan colombiana, porque precisamente llegaba ahí sin prejuicios de ningún tipo, sin ideas preconcebidas sobre la política, ni siquiera sabía quiénes eran los actores o las actrices famosas. A su vez, Fernando hizo el casting ingenuamente, no escogía a los famosos o a los más conocidos, elegía a los que les parecía mejores para el papel. Eso le dio una perspectiva y una distancia que ningún director colombiano habría tenido. El lo hizo con esa objetividad y esa tranquilidad que lo caracterizan y los productores le dieron esa libertad absoluta.
P: ¿Viste desde el principio similitudes entre tu padre y Javier Cámara?
R: Javier Cámara no estaba en los planes iniciales porque lo que querían los productores era que todo el equipo técnico y de actores fueran colombianos. Pero al no encontrar a la persona perfecta en Colombia para el rol del protagonista, finalmente se volvió a la idea inicial que yo mismo había tenido y Fernando también, de que la persona mejor para representar a mi padre empezando por el hecho de que se parecían físicamente y de que era un hombre lleno de alegría y entusiasmo, era precisamente Javier Cámara. Y eso se convirtió en uno de los aciertos más grandes de la película, tener a Javier ahí fue fantástico.
P: ¿Estuviste presente durante el rodaje como observador?
R: No. Yo no me metía. Quería que Fernando interpretara el libro mío como si fuera una partitura, como un músico, como un violinista la interpretaría. Incluso me fui a Italia para no intervenir. Me tocó volver por un asunto familiar de salud de mi esposa y de ahí fue inevitable que yo asistiera. Pero nunca metí la cucharada, nunca dije que está bien o que está mal, que se debe hacer o que no se debe hacer nada.
P: Tras este éxito literario y cinematográfico, ¿qué otros proyectos tiene en mente?
R: Nuevos proyectos, bueno, si hay un proyecto para una serie, pero no me dejan hablar de eso aún.
P: ¿Y la literatura?
R: Si. Estoy escribiendo una novela, yo siempre cargo una libretita, incluso durante los viajes voy tomando apuntes para esa novela. Toda esta página es para ella. Se trata de un cura bueno que además es crítico cinematográfico. Se dedica a ver películas y a escribir páginas de cine en un periódico de Medellín.
P: Siempre atraído por resaltar a los personajes bondadosos…
R: A mi parece más misteriosa y más enigmática y más extraña la bondad que la maldad. La maldad me parece una cosa muy frecuente y casi predecible en el género humano. Pero la bondad es para mí lo más fascinante y sorprendente de la vida.