
Por Daniela Creamer.
“¿Si existe alguien que me pueda intimidar? Nadie tiene ese poder. Es un sentimiento que no me interesa”. Nadie lo pondría en duda, pero igual Isabelle Huppert se aseguró de que quede muy claro, durante el “Rendez-vous” en su honor en Cannes, levantando ligeramente la ceja izquierda y lanzando una mirada aniquiladora al autor de la pregunta. Larga vida a la Reina.
La célebre actriz francesa desembarcó muy complacida hace poco días en la Riviera Francesa, ya que este magno festival es su casa: Su primera vez fue en 1975 con ‘Aloise’; triunfó como mejor actriz por ‘Violette Noziere’ y de nuevo tres años después, en 2001, por ‘La pianista’. Su última vez en competición fue con ‘Franke’, en el 2019. Huppert ha sido también presidente del Jurado. De este Festival es casi una especie de alter ego, muy popular, pero siempre muy altiva. Irrefutablemente diva. En efecto, el encuentro con los periodistas e invitados se asemeja un poco a una audiencia en la Corte.
Una carrera, entre cine y teatro, tan admirable que se me hace imposible una síntesis. “Mi mejor regalo es tener siempre la posibilidad de elegir. Nunca lo hago en base a mis personajes. Lo que en realidad me interesa es la visión del director, su construcción subjetiva del personaje y como armarlo juntos”, aseguró con su usual sobriedad. “No hago distinciones entre la actuación para el teatro o para el cine. Ambos son capaces de hacer creer al espectador en una realidad partiendo de una ilusión”, explicó.
De seguro, entre sus encuentros fundamentales sobresale aquel con Michael Haneke. Huppert confirmó su amor en particular por La pianista: “Haneke es un genio de la precisión, quiere estar seguro de que cada movimiento resulte autentico. Da muchas indicaciones, pero no dice mucho sobre cómo debemos actuar. Una actitud que se adapta muy bien a mí. Va más allá de la confianza, es una especie de fe lo que debemos sentir por el director”, confesó. “Que si mi papel revela algo sobre mi misma? No. Jamás. Para mí lo que cuenta es el placer de crear mi personaje, de construirlo. El cine es el lugar que logra hacer visible lo invisible. Gozo del aquí y el ahora. No es una ocasión para indagar sobre mi misma”, asevero.
Ninguna duda al respecto. Ni tampoco es de dudar si sufre de ansiedad por su desempeño. “Todos los actores de teatro en el mundo son un poco ansiosos. Yo no, particularmente. No porque sea insensible, pero así estoy hecha. En el cine jamás tengo sentimientos negativos ni miedo alguno. Por el contrario, siento grandes placeres”, admitió.
Fue necesario un director como Patrice Chéreau para enseñarle a parecer vulnerable: “En el set de ‘Gabrielle’, Patrice me aleccionó con insistencia como bajar la cabeza, literalmente, para dar esa sensación de vulnerabilidad”. Entre los connubios artísticos en el palco escénico cita varias veces a Bob Wilson. “Bob sostiene que recitar es improvisar. En realidad, son poquísimos los directores capaces de acoger la improvisación. Pero a mi me gusta hacer creer a los espectadores que aquello que ven es fruto de la improvisación, que los textos han sido creados frente a sus propios ojos”, prosiguió.
Huppert hace buena rima con la precisión, por lo que, a través de los años, sobre todo en el cine, ha construido personajes que rozan lo monstruoso. “No los definiría monstruosos, sino fruto de situaciones monstruosas que los vuelven así. Como actriz, me resulta más fácil representar la ambigüedad que la simplicidad”, admitió.
Set y palco escénico, son lo mismo para ella: “En el teatro estas en contacto con la platea. La química entre los actores mientras todo sucede es única. Cada noche se crea un mundo que está en perpetuos cambios con cada actuación y luego muere allí. Es efímero. En el cine creas en el set algo permanente. No nace mientras actúas, sino después, en el momento de la edición, del montaje final. Esta todo en manos del director”. Definitivamente, sería muy divertido ver su reacción cuando cortan sus escenas.

